El 10 de julio de 1936 una gran parte del Ejército español, al mando de unos generales entre los que estaba Francisco Franco, se sublevó contra el Gobierno republicano.
La sublevación militar no tuvo un éxito instantáneo y se inició una guerra civil entre los que apoyaban al Gobierno legal, los republicanos, y los que lo atacaban, los rebeldes o fascistas. Se produjo una división pareciada a la del siglo XIX. Al gobierno republicano lo apoyaban los obreros - socialistas, anarquistas y comunistas - buena parte de las clases medias y muchos intelectuales, es decir, los progresistas y los liberales. A los sublevados, que se llamaban también los "nacionales", los apoyaban los latifundistas, la Iglesia - que llamó Cruzada a la guerra -, y los monárquicos, es decir, los conservadores.
El Ejército se dividió. Una pequeña parte permaneció leal y la república. El país quedó partido geográficamente en una zona republicana y otra sublevada. La opinión mundial también estaba dividida. A los nacionales, bajo el mando del general Franco, los ayudó la Alemania de Hitler y la Italia de Mussolini. A la República la apoyó la Unión Soviética. Las grandes democracias occidentales crearon un pacto de no intervención y se mantuvieron neutrales. Miles de personas fueron voluntariamente a España y formaron las Brigadas Internacionales para luchar al lado de los republicanos.
La guerra duró tres años y causó casi quinientos mil muertos. Terminó con la derrota de la República y la instauración de la dictadura del general Franco.